Que se desataran todas las fuerzas productivas fue un reclamo persistente de distintos sectores de la sociedad cubana. Pero también constituyó una asignatura pendiente para el Estado desde que comenzó la actualización del modelo socioeconómico de Cuba, un proceso que sigue caminando y dio sus primeros pasos allá por el año 2010, aunque se venía aceitando desde unos años antes, para atemperar la vida económica del país a las nuevas circunstancias y, en definitiva, al mundo.
Aunque muy demorado para no pocos estudiosos y emprendedores, cuando en agosto de 2021 el Consejo de Ministros aprobó la creación de las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), no se estaba satisfaciendo solamente un deseo. Se estaba promoviendo la necesaria dinamización de la economía nacional.
Dieciséis meses después, el país cuenta con un total 5 985 de esos actores económicos —según los reportes ofrecidos por el Primer Viceministro y ministro de Economía, Alejandro Gil—, de los cuales 5 854 son de carácter privado y 72 estatales, a las que se suman 59 cooperativas no agropecuarias. Esas cifras dan cuenta del empuje con que se crean estas formas de producción y servicios, tanto por parte de sus protagonistas como del Estado.
El desarrollo del trabajo por cuenta propia (privado), que había dado sus primeros pasos desde 1993, fue el primer escalón para esa lenta y paulatina descentralización y la emergencia de las nuevas fuerzas laborales en un país donde, por muchos años, solo existió el trabajo estatal.
Además de las mipymes (mayoritariamente privadas, aunque también hay varias decenas de gestión estatal) y las cooperativas de todo tipo, entre esas nuevas fuerzas laborales se incluyen otras formas de gestión no estatales como los creadores, los campesinos independientes… y los propios trabajadores por cuenta propia.
Dedicadas a la producción de bienes y servicios, las mipymes cubanas pueden sorprender por su creatividad en un entorno donde, por su relativa juventud, la gestión no estatal todavía está en ciernes y ganando fuerzas.
Ellas deben convertirse en apoyo para un Estado que por mucho tiempo trató de satisfacer por sí solo todas las necesidades de la población, y que arrastra las penurias de las injustas y ahora incrementadas medidas restrictivas impuestas por el bloqueo estadounidense, hace más de 60 años.
Conseguirlo es una de las primeras expectativas que cifra la sociedad en ellas, lo que va unido al logro de la eficiencia y productividad que beneficie a quienes las integran.
De hecho, la creación de las mipymes había abierto hasta diciembre, más de 100 200 nuevos puestos de trabajo.
Puntales en lo local
No es difícil constituir una mipyme privada en Cuba. Hasta ahora bastaba con que un trabajador por cuenta propia contara con tres trabajadores contratados o más, como primer requisito para que pudiera fundar una entidad con esa personalidad jurídica, lo que la dotará de más organización y potencialidades, incluyendo la posibilidad de exportar e importar, mediante una empresa autorizada al efecto por el Ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera.
Hasta el primer trimestre de este año, las mipymes habían suscrito más de diez mil contratos de importación o exportación.
La presencia, por primera vez, de las mipymes cubanas en la recién celebrada XXXVIII Feria Internacional de La Habana (FIHAV 2022) fue una buena muestra de su avance y, también, de la importancia que se les otorga.
Sin embargo, lo trascendente no será solo su crecimiento individual, para lo cual es relevante la inversión extranjera.
Es necesario que las mipymes «empujen» hacia adentro. Para ello se promueven los llamados encadenamientos que enlacen su productividad a la de la empresa estatal socialista, que sigue siendo considerada el motor de la economía cubana, y cuya eficiencia todavía, en muchos casos, deja qué desear. Ambas pueden conectar sus misiones y, de cierto modo, trabajar «enlazadas»; por ejemplo, si una produce frutos y la otra los procesa.
Pero el impacto de las mipymes primero se verá a nivel local, y eso es lo que se propone la política por las que se creó esta personalidad jurídica. El modelo socioeconómico cubano ha depositado sus expectativas en los municipios, el primer escalón territorial de gobierno, y le ha abierto las puertas a esos espacios para que desarrollen todas sus potencialidades.
Se trata de impulsar desde allí la satisfacción de las necesidades de la población, en medio del handicap que ha significado para Cuba la escasa recuperación del turismo —su renglón económico principal— después del azote de la Covid 19, y en medio de las mantenidas e injustas sanciones de Estados Unidos.
Se estima que la economía cubana crecerá este 2023 un tres por ciento —según cifras publicadas en el diario oficial Granma—; pero todavía el PIB no se recuperará de la caída de casi el 11 por ciento que registró en 2020, índice del cual le resta transitar un ocho por ciento.
Aunque todavía estén en fase de construcción y aprendizaje, las micro, pequeñas y medianas empresas tienen un importante rol que cumplir.
Para hacerlo, todavía deberán caminar en firme en medio de muchos tropiezos; en primer lugar la escasez de divisas que se mueve al interior de la economía cubana, que es extremadamente abierta y dependiente del mercado internacional, lo cual también convierte en desafío el reaprovisionamiento materias primas, insumos y otros recursos.
Además, para las mipymes es necesario enfrentar los persistentes prejuicios entre algunos directivos, de forma individual, en torno a las relaciones entre el sector privado y las empresas y otras entidades estatales, así como la carencia de una ley de empresas que iguale a todas las entidades productoras de bienes y servicios, y que ya fue pedida a la Asamblea Nacional por el Presidente de la República.
Una mayor capacitación de los titulares de las mipymes en el importante asunto de la administración empresarial, también se cuenta entre los principales retos de estos bisoños actores de la economía nacional.
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