Restos de la muralla habanera, frente a la estación feroviaria de la ciudad. Foto: Sitios Patrimoniales de Cuba

Los restos de La Muralla de La Habana sorprenden al caminante en rincones insospechados de la ciudad, dotándolos de un aire añejo que se cuela entre el dinamismo0 de la vida cotidiana. La magia de la muralla habanera es, por supuesto, la historia que guarda.

Se trata de una muralla de cantería que iba desde La Punta hasta el Arsenal, con baluartes, garitas y puertas con puentes levadizos, de la que hoy solo quedan algunos pequeños tramos, invaluables por su carga patrimonial.

La muralla, como el reto de las fortificaciones defensivas que han custodiado la ciudad a lo largo del tiempo, fueron construidas con el fin de protegerla del ataque de corsarios y piratas que ponían en peligro la vida de los peninsulares y las riquezas que la corona almacenó en la villa.

Sin embargo, nada parecía suficiente para resguardar el puerto número uno de las tierras españolas allende los mares, y surgió la idea de crear una muralla para evitar, por vía terrestre, el acceso de enemigos. La obra terminó de construirse en 1698.

Su extensión era de 4 892 metros, tenía 1,40 metros de espesor y 10 de altura; y contaban con una dotación de 3 400 hombres y un armamento de 180 piezas.

Al inicio, la muralla fue dotada de dos puertas: Puerta de La Muralla (después llamada Puerta de Tierra) y Puerta de La Punta. Más tarde fue necesario la apertura de otras entradas, que terminaron siendo nueve.

Surgió entonces una interesante distinción social que dividía tan solo el límite amurallado. La parte de la urbe que estaba dentro de la muralla comenzó a ser llamada La Habana Intramuros, mientras el resto, de Extramuros, con su lógia connotación de marginalidad.

Tras varias décadas de vivir con un horario límite para la apertura de las puertas de la muralla, en 1863, la idea inicial perdió factibilidad y comenzó la demolición de la enorme estructura, proceso que duró hasta comienzos del siglo XX.

Según varios historiadores, la muralla nunca tuvo una utilidad real, pues jamás enfrentó un asedio, ni contuvo máquinas de asalto, sin embargo, hoy sus restos tienen tal historia de vida y costumbres, tal connotación para la vida colonial en el sentido más social, que forma parte de las fortificaciones declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 1982.

A pesar de la comprobada inutilidad de la construcción, marcó las vistas de la Capital por 123 años. Entre los tramos que quedan como testimonios de su tiempo, se conserva La Puerta de la Tenaza, que se halla en las calles Egido y Desamparados. También, frente a la estación central de ferrocarriles, se conservan algunos trozos, al igual que en la calle Teniente Rey y frente al museo de la Revolución.

(Con información de Todo Cuba y Sitios Patrimoniales de Cuba)

Ferromar

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