Por: Frank Martín

Antes de que comenzara la pandemia mundial en 2019, más de 32 millones de turistas de otras regiones del mundo visitaban anualmente las Islas del Caribe.

En 2020 la pandemia, en su apogeo, provocó que esas llegadas se desplomaran un 65,5 %.

Tales estadísticas justifican que tras un 2021 de grandes dudas y un 2022 que ha sentado bases más sólidas para la recuperación, los analistas se muestran esperanzados con 2023 pero todavía inquietos por el futuro próximo.

Un recurso experto es guardar los números firmes para tiempos mejores y ser franco ahora: las llegadas pueden acercarse a sus niveles previos a la pandemia este año solo en Europa y Medio Oriente.

La Organización Mundial del Turismo (OMT) ya estimó que para 2023 las llegadas de turistas internacionales podrían estar entre el 80 y el 95 % de esos niveles.

Pero el pronóstico depende -según la entidad- de cómo se comporte en el mundo una persistente desaceleración económica.

Se mencionan como situaciones a seguir la situación de la pandemia en China y su influencia en la industria del ocio y la evolución de la persistente guerra en Ucrania, entre otros problemas.

A pesar de las dudas, las cifras no son pesimistas.

Según la OMT, más de 900 millones de turistas realizaron viajes internacionales en 2022, el doble que en 2021 pero un 63 % menos que los niveles previos a la pandemia.

El ejemplo más refrescante fue Europa con 585 millones de llegadas el año pasado. Las Américas, incluido el Caribe, lograron una restauración del 65 % el año pasado en comparación con 2019.

Estos resultados y los estudios del futuro inmediato llevaron a la organización mundial del turismo a anticipar que 2023, en términos generales, será un buen año para la importante rama económica universal.

No obstante, el secretario general de la OMT, Zurab Pololikashvili, prefirió ajustarse a la incertidumbre aún vigente, señalando que el buen año se ha previsto teniendo en cuenta «varios retos».

Las dos corrientes principales de estos desafíos son la situación económica mundial y la continua incertidumbre geopolítica, estimó.

Para este 2023 la previsión como posible “buen año” está debidamente justificada.

A pesar de la incertidumbre en China por la pandemia, ese país ha abierto las puertas para que sus turistas vuelvan a viajar.

El país asiático fue el mayor mercado emisor del mundo en 2019 y nadie duda de que volverá a ocupar ese puesto más temprano que tarde.

Sin embargo, criterios especializados observan que no solo habrá que superar la situación de la Covid-19 en el gigante asiático, sino también en los países que reciben turistas chinos, con un grupo de esas naciones ya aplicando restricciones.

Pronósticos más relajados se refieren a mercados emisores de turistas como Estados Unidos, que por el momento disfruta de un dólar fuerte, y Europa, que vive un boom con la llegada de vacacionistas estadounidenses que aprovechan la debilidad del euro.

Los análisis no pueden ignorar algunos factores negativos innegables como el menor gasto de los viajeros, las estancias más cortas en los destinos vacacionales y la preponderancia de los viajes a destinos más caros.

En cuanto al Caribe, coinciden las previsiones positivas, como las que sustentan aumentos de llegadas a la región de tranquilidad y precios razonables a lo que se suma en los casos de Estados Unidos y Canadá la proximidad geográfica.

En otras palabras, las apuestas son para el Sí.

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