Nuevas esculturas animan la vida en el Malecón como parte del proyecto «Detrás del Muro». Foto: Marina Menéndez Quintero.

por Marina Menéndez Quintero

Nuevas esculturas seducen a los transeúntes desde el Malecón y matizan ese tono de festejo popular que caracteriza a la Bienal de La Habana mientras, dentro de las galerías, el arte contemporáneo se desgrana en exposiciones que anuncian el cercano fin de esta XIV edición.

Foto: Marina Menéndez Quintero.

Iniciada ya la «Experiencia 3» o tercera y última fase del prestigioso encuentro iniciado en noviembre, también le confieren aire de fiesta las performances; algunas multitudinarias, como la que reunió hace unos días, en la Plaza de la Catedral, a practicantes de Tai Chi que liderados por el artista francés Romaric Tisserand, hicieron gala de sus artes marciales y enlazaron tradición y contemporaneidad, para cuestionar que el ser humano sea presa hoy de la digitalización de la información y de «los datos». «You are my favorite data», fue el nombre de la presentación. 

Y se mantienen otras exhibiciones en la calle, como las instalaciones de botes y embarcaciones rudimentarias que evocan la emigración ilegal, y que el artista cubano Kcho ofrece desde la fase inaugural, a lo largo de toda la Quinta Avenida, en la localidad de Miramar.

Para los encargados de conducirla, uno de los saldos de esta Bienal ha sido, precisamente, esa facultad de reavivar la vida cultural del país e insuflarle esta suerte de aire fresco luego de que, como en otros lugares del mundo, la pandemia de la Covid-19 obligara al confinamiento.

Foto: Marina Menéndez Quintero.

Con un diseño novedoso que ha dividido el acontecimiento cultural en tres segmentos, la XIV Bienal abrió con la Experiencia 1, «Preámbulo», que se desarrolló entre el 12 de noviembre y el 5 de diciembre de 2021, continuó con «La Habana de la Bienal», que fue la Experiencia 2, y cierra ahora con «Regreso al porvenir», nombre de la Experiencia 3.

El 25 de marzo se inauguró esta fase con la apertura de la exposición del mismo nombre en los amplios y luminosos espacios de la Galería de Línea y 18, ambientada por los mismos ladrillos y sostenes metálicos que albergaron a lo que hace aproximadamente un siglo fue una estación-fábrica de tranvías.

Exposiciones en la Fototeca de Cuba, el Palacio de Lombillo, Factoría Habana, y la reinauguración en el Centro de Arte Wifredo Lam de «Caminos que no conducen a Roma», entre otras, también forman parte de esta etapa, que termina el 30 de abril y estará marcando el fin del evento.

Reinauguración de la exposición «Caminos que no conducen a Roma», en el Centro de Arte Wifredo Lam. Foto: Marina Menéndez Quintero.

Pero no solo enriquecimiento espiritual para los espectadores ha resultado de esta cita. La Bienal ha sido, sobre todo, otra oportunidad para mostrar lo contemporáneo de las artes visuales y, básicamente, de aquellas áreas geográfico-culturales cuyo arte no es acogido por los grandes circuitos.

Eso ratifica también el propósito descolonizador y antihegemónico que tiene la Bienal de La Habana desde su nacimiento, y que llega ahora abordado desde ángulos muy actuales como la relación entre el hombre y la Naturaleza, la defensa del medioambiente, la equidad de género, o la oposición al racismo, entre otros.

De cualquier modo, tampoco podría hablarse hoy, absolutamente, de formas de decir distintas entre el Norte y el Sur.

En opinión del director de la XIV Bienal de La Habana, Nelson Ramírez de Arellano, en las décadas recientes ha habido un proceso de retroalimentación entre un polo y otro que no necesariamente ha provocado que las voces del hoy llamado Sur global, fueran acalladas. Estas se han mezclado con las voces de los centros dominantes, afirma, y han «contaminado» su discurso.

Nelson Ramírez de Arellano, director de la XIV Bienal de La Habana, se siente satisfecho. Foto: Marina Menéndez Quintero.

«El artista de las artes visuales en estos momentos en América Latina, en el Caribe, en el Sur global, ya no hace un tránsito desde la tradición hasta la contemporaneidad sino que ya forma parte, en cualquier caso, de la contemporaneidad», dijo en entrevista exclusiva con TTC.

Según Ramírez de Arellano, el asunto se relaciona también con otros conceptos.

«El juicio acerca de qué cosa es contemporáneo es muy abierto en estos momentos. Y esencialmente, todos estos artistas son contemporáneos y, más bien, lo que los contemporiza es la capacidad de tratar temas que tienen relevancia en la contemporaneidad», explicó.  

«No son las técnicas, ni las formas de hacer, ni las culturas que subyacen detrás de sus aspectos formales las que los definen —insistió—, sino las decisiones conceptuales de tratar temas que nos afectan hoy».

En el Centro Wifredo Lam, el trabajo que la mexicana Dulce Chacón presenta en la reinauguración de la muestra «Caminos…», materializa ese punto de vista.

Su obra «Esquizos» —en alusión al nombre de los documentos elaborados en el siglo XVI por un español que describió las plantas halladas en México a la llegada de la Corona— consta de 60 dibujos acompañados de una nueva documentación de esas muestras herbolarias.

Con «Esquizos», la mexicana Dulce Chacón ha documentado las características y beneficios de 60 plantas herbolarias autóctonas de su país y de Latinoamérica. Foto: Marina Menéndez Quintero.

Los escritos de antaño se han perdido. Por eso su propósito ha sido recuperar, con una mirada actual, el conocimiento de plantas autóctonas y endémicas de su país y de todo el continente americano, y su utilidad frente a enfermedades de hoy que antes no existían, como el SIDA.

Ventana al Caribe

Pero la XIV Bienal también ha sido momento para el intercambio intercultural, como lo expresó a Trade Travel Caribbean la artista Gherdai Hassell, de Islas Bermudas, feliz no solo por la hospitalidad hallada en Cuba durante esta, su primera visita, sino por constatar que las esencias que identifican a los pueblos caribeños son las mismas.

Su obra ha dotado de rostro a decenas de esclavos africanos llevados a su país y cuyos nombres, a secas, ella halló en los registros de la esclavitud en Bermudas.

Eran hombres y mujeres sin identidad que ella ha personificado en las imágenes de sus descendientes.

De esa posibilidad de la Bienal de mostrar el arte del Caribe insular conversó con TTC el investigador de arte José Manuel Noceda Fernández, historiador y uno de los curadores de esta Bienal, quien al mirar hacia las islas del Caribe considera que entre los aportes de la Bienal de La Habana está el haber articulado, desde el contexto insular cubano, un «universo disperso, ignoto y excluido». Es decir, «edificar puentes de diálogo y confraternidad, así como instrumentar alternativas en favor de un mejor conocimiento de las producciones simbólicas del Sur».

Interrogado por TTC, Noceda consideró que el evento ha sido «un espacio fecundo» para todos aquellos artistas y practicantes de las más diversas expresiones.

José Manuel Noceda, investigador de arte, historiador y uno de los curadores de esta edición de la Bienal. Foto: Cortesía del entrevistado.

«Desde su fundación, (la Bienal de La Habana) no estableció distinción entre las llamadas manifestaciones cultas y las expresiones populares, y abarcó tanto las artes visuales como las artesanías y la arquitectura», valoró.

Ello explicaría su consideración de que, desde la primera edición en 1984, el evento repercute favorablemente en el concierto de naciones no solo del Caribe insular sino, también, de América Latina.

«Y fungió, y creo que aún hoy lo hace, como una gran puerta abierta para muchos artistas del Caribe, desconocidos antes de pasar por el evento habanero». De ese modo, explica, contribuyó a la proyección y a una mayor visibilidad internacional para no pocos de ellos.

«Por eso me seduce la idea de comparar la Bienal con Elegguá, el orisha que abre las puertas y los caminos en la cultura de origen yoruba».

Soluciones a las dificultades

Ramírez de Arellano considera la XIV Bienal de La Habana como «muy positiva».

«Nosotros planificamos una Bienal de nuevo tipo, extendida casi seis meses, en tres etapas —recuerda—, y lo hicimos en un momento en que no sabíamos si íbamos a poder tener público, por el impacto de la pandemia y, encima de eso, la crisis económica internacional, que nos ha afectado particularmente en Cuba».

Interrogado por TTC, el Director del evento valora algunos meses después que la primera «nota alta» de la Bienal ha sido el mismo hecho de existir.

E incluye entre los momentos más descollantes de esta celebración, el evento teórico, primero que se transmite en vivo por Internet en el contexto de la Bienal y que tuvo «un alcance estupendo», con vistas que andaban en el entorno de las 400 mil.

Otro momento destacado, opina, fue la llegada, en la segunda Experiencia, de artistas que se incorporaban con sus proyectos y que habían respondido a la convocatoria abierta para que lo hicieran, así como la gruesa presencia de proyectos en otras provincias del país, lo que dio a la Bienal un alcance fuera de las fronteras de la capital.

Después, el otro punto alto ha sido la inauguración de esta tercera Experiencia, afirma.

No oculta sentirse «muy contento».

«En un momento fueron muchas las dificultades; pero hoy te puedo decir que me siento muy satisfecho de que hayamos logrado encontrar soluciones aceptables para cada uno de los problemas».

Foto: Marina Menéndez Quintero.
Ferromar

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