Tras las huellas del rock británico en Cuba

Foto: Douglas MacKenzie/123rf

Por Guillermo Vilar, Crítico (Cuba)

Quizás muchos ciudadanos británicos, se pregunten la razón de abrir el club Submarino Amarillo en La Habana. Nada menos que en Cuba, la llamada Isla de la Música.

Todo eso es cierto, pero no se puede olvidar que la cercanía geográfica con los Estados Unidos, ha marcado tradicionalmente no solo la evolución económica de este país sino también su movimiento cultural. Por lo tanto, el modo de vida de la sociedad norteamericana del siglo XX, se hizo sentir desde diferentes perspectivas en Cuba y en la música popular.

Sin embargo, cuando en la escena universal aparecieron Los Beatles, el rumbo musical del mundo cambió. Y Cuba no fue la excepción.

Aunque el diferendo entre los gobiernos de los Estados Unidos y de Cuba, determinó que los discos hechos en Norteamérica no circularan en el país al romperse las relaciones comerciales entre ambas naciones, la juventud cubana de entonces se las arreglaba para estar informada acerca de la evolución del rock como el género de moda de aquellos tiempos. Bien por escuchar las emisoras radiales de onda larga de los Estados Unidos; por captar las emisiones en español de la BBC o por los discos que traían consigo las personas que viajaban al exterior, pero no pasó mucho tiempo sin que nos percatáramos de que el rock´n´roll pudo haber nacido en los Estados Unidos, pero el imperio del rock, tenía una indiscutible marca registrada inglesa.

Por supuesto que la evolución de Los Beatles como el mejor grupo de rock, determinó que muchos jóvenes cubanos los tuvieran entre sus preferidos, al mismo tiempo que conocían todas las incidencias de su exitosa carrera profesional.

Y quien dice Beatles dice Rolling Stones, con una línea estética diferente a la del afamado cuarteto de Liverpool del mismo modo que sucedía con The Animals, The Hollies o The Yardbirds. No obstante, recuerdo la primera vez que escuché el Volumen No. 1 de Led Zeppelin. Me resultó una experiencia tan impactante, que como fiel seguidor de la obra de Los Beatles, dije públicamente que no me gustaban, pero íntimamente sabía que se trataba de la siguiente revelación del rock británico. Nadie podía cantar con la apasionada intensidad de Robert Plant, como tampoco se conocía a otro baterista tan potente con John Bonham, ni a un relevante multi-instrumentista como John Paul Jones y, mucho menos, tener a un director tan atrevidamente innovador como Jimmy Page, además de ser el guitarrista emblemático del hard-rock.

Por aquella época se formaron dos grupos de admiradores, divididos entre los que seguían a Led Zeppelin y otros a Deep Purple, agrupación que, aunque contaba con un cantante fuera de serie como Ian Gillan y un guitarrista de leyenda como Ritchie Blackmore, Zeppelin era todo un tsunami demoledor que no dejaba oportunidad a nadie más de compartir el cetro del hard-rock.

Para comienzos de los años 70, el joven cubano amante del género, ya conocía perfectamente que el rock norteamericano contaba con figuras aisladas excepcionales como Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison además de algunos grupos de renombre como Grand Funk Railroad, Crosby, Stills and Nash y Jefferson Airplane o Lynyrd Skynyrd entre otros. Pero también se hizo evidente que, al mismo tiempo, Gran Bretaña se había convertido en el centro de un rock de elevado rango artístico que nada tenía que ver con las esencias del rock norteamericano. Si para el cubano promedio mencionar a Led Zeppelin era hablar de algo tan grande como Los Beatles, decir Pink Floyd es la antesala de una profunda introspección sobre aquellos grupos de culto que conforman el Templo de los Dioses del rock británico.

Hablar de discos como Dark Side of The Moon, Wish You Were Here y The Wall, es hacer referencia a una vibrante música popular que, para su mayor disfrute, exige ser escuchada con el mismo respeto y atención que la llamada música clásica. Otro tanto ocurre con Jethro Tull, agrupación británica que logró fusionar el folclor sajón con los timbres del rock para recrear el llamado Art Rock.

Por otra parte, un grupo británico de culto para los amantes del rock en Cuba, es Yes. Conformado por virtuosos instrumentistas que han consolidado la complejidad del rock británico en las altas esferas del género, tuvimos el privilegio de que en el 2005 actuara en nuestros principales teatros uno de sus integrantes: el tecladista Rick Wakeman.

Tras las huellas del rock británico en Cuba

Foto: Christopher Hugues/creative commons atribution-share alike 3.0 United States

Esperamos que esta apretada síntesis sobre la huella de la música rock británica en Cuba ayude a comprender que la existencia de una estatua de John Lennon en un parque que lleva su nombre, no es para nada el pretexto de un atractivo foco turístico, sino que fue erigida en perpetuo homenaje a uno de los más relevantes músicos contemporáneos.

Del mismo modo, el hecho que a tan solo metros del Parque Lennon se abriera el club Submarino Amarillo, no solo significa el homenaje de los roqueros cubanos a la obra de Los Beatles, sino a todo el enorme universo estilístico del rock, preferiblemente británico, con los covers de clásicos que hacen las delicias de nuestros visitantes.

Tenemos la certeza de que no muy lejos en el tiempo, el Submarino Amarillo llegará a ser para el rock en Cuba, lo que es el Ronnie Scott para el jazz en Londres, y en esa dirección encaminamos los esfuerzos en el Mejor Centro Cultural de Cuba, bautizado así por nuestros clientes.

Ferromar

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