Foto: Juventud Rebelde.

Por Frank Martin

Las islas del mar Caribe, como otros destinos en el mundo, han desplegado sus herramientas más efectivas para conseguir impulsar la reapertura del turismo, entre estas, los festivales de música.

Una de las piezas de la industria turística mundial que están retornando son los festivales de música, los que más han causado nostalgia. Centenares desaparecieron cuando el confinamiento a causa de la pandemia de Covid-19 logró paralizar al mundo.

No hay dudas. La primavera de 2021 fue silenciosa, aún más que la de 2020. En esos momentos las notas musicales grabadas dominaron por todas partes a partir de llenar habitaciones, salas y salones relativamente pequeños dejando desiertos los escenarios.

Los lujosos y atractivos escenarios resultaron cerrados y como «socios comerciales» del turismo universal fueron abandonados hasta nuevo aviso.

Una publicación europea recordó que el South by Southwest (SxSw) de Austin, Texas fue el primero en cancelarse.

Esa cita está fuera de toda proporción aún en tiempos normales. Suele prolongarse por tres semanas y combina el festival de música con gran tecnología y cine. Y atrae a los turistas como la miel a las moscas. La ciudad de Austin suele ganar por tal encuentro casi 600 millones de dólares.

El continente europeo y el americano, y dentro de este el Caribe, dejó de cantar y bailar de manera multitudinaria en sus coloridos festivales a causa del coronavirus.

Pero con la salida gradual de la pandemia y pese a los retrocesos los organizadores internacionales de tales citas están restaurando los festivales.

Por ejemplo en Penang, Malasia, ya se gestionan las reactivaciones de los festivales musicales con la restauración de joyas de las multitudes como el Penang Northern Jazz Fest y el Penang World Music Festival.

«La música ayuda a unir a las personas, ya que puede trascender la raza y la religión», llamó una parlamentaria de esa localidad.

El Caribe, a miles de kilómetros de distancia de Malasia, no ha necesitado ni necesita tal aliento.

Las Islas son famosas por las grandes celebraciones de música, baile y comida. También por sus exitosos intérpretes y músicos famosos en todo el mundo.

Cuba, la mayor isla de las Antillas, es famosa por sus ritmos autóctonos y por sus versiones de ritmos extranjeros. Es lo que afirman amantes universales de la rumba, muy propia de la isla, y del jazz latino, una fusión formada con muchos elementos cubanos y caribeños.

Otro rutilante producto caribeño la música reggae no solo es de los amantes de la música surgida en Jamaica, sino también un gran atractivo para turistas de todo el mundo. La personalidad del reggae está muy vinculada a la cultura turística de Jamaica. El reggae, escribió un experto, tiene una potente atmósfera social mediante el movimiento rastafari.

Los ritmos caribeños ya mencionados son indudablemente los pilares de la cultura musical de la región y del turismo, se afirma.

Brasil no es caribeño, pero es tan musical como este. La música de cada cual es fuertemente propia pero como lo podrían ser las que hicieran hermanos gemelos. Viene en sus inicios del mismo lugar del que procede el Caribe: África, cuna del ser humano a cuya sonoridad se comparte en el Caribe y en Brasil con protagonismos autóctones poderosos.

En el caso brasileño pueden mencionarse el sertanejo, la samba, bossa nova, MPB, música nativista, pagode, tropicália, choro, maracatu, embolada (coco de repente), frevo, brega , funk brasileño, modinha y versiones brasileñas de estilos musicales extranjeros, como rock, soul, hip-hop, música disco, música country, música ambiental, industrial y psicodélica, rap, música clásica, fado y gospel.

La samba es una protagonista universal. Quien puede negar que Brasil, Cuba y Jamaica tienen rasgos musicales tan semejantes que sus músicas autóctonas se funden en los bailes y los cantos. Y también en los festivales musicales de asistencia masiva.

Ferromar

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