Coronavirus
Foto: Pixabay

Por Frank Martin

Los casos activos de Covid-19 detectados este mes entre tripulantes del buque Odyssey of the Seas de la empresa Royal Caribbean son una advertencia a los grandes cruceros sobre la necesidad de fortalecer medidas contra la epidemia.

El incidente en el gigantesco barco hizo estallar conjeturas sobre el futuro inmediato de la reapertura de las operaciones de estos buques, una modalidad turística decisiva para la recuperación de la industria del ocio internacional desde este verano.

Esa reapertura está prevista para el 1 de julio pero el incidente sanitaria podría postergarla.

Pocas horas después de confirmarse la existencia de enfermos entre los empleados del Odyssey of the Seas la firma radicada en Estados Unidos afirmó que 1,400 miembros de la tripulación estaban vacunados.

No obstante, admitió que el contagio sucedió en la mitad de un programa de aplicación de dos dosis que aún no había cumplido el lapso de completa inmunización. Este viaje era una prueba sobre voluntarios.

La propagación en el crucero ocurrió tras 15 meses de paralización de este sector que aún atraviesa una severa crisis económica.

La apertura de la temporada ya estaba acordada siguiendo las reglas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.

Una de las reglas exigidas es la de probar la eficacia de los protocolos de protección de salud con pasajeros voluntarios durante travesías.

Los reglamentos sanitarios de los barcos cruceros son cruciales en cuanto a las nuevas regulaciones que deben regir en el turismo internacional tras la destructiva pandemia mundial.

Otras modalidades bajo vigilancia son las medidas de seguridad de salud en aerolíneas y hospedajes en el mundo:

Recientemente otras conjeturas han surgido sobre los límites que deberían colocarse ante el turismo excesivo.

Antes de que estallara la epidemia del coronavirus eran ya fuertes las preocupaciones diversas con respecto al crecimiento sin control del número de arribos a ciudades y destinos ya muy visitados.

Estudios hechos inmediatamente antes de la paralización actual del turismo mundial indicaban entonces que los viajes y el turismo globales continuaban creciendo a una velocidad vertiginosa.

Sitios universalmente turísticos como Venecia, por ejemplo, ya habían aplicado normas diversas para disminuir daños causados por el exceso de turistas, incluyendo los arribos de grandes cruceros.

Las dudas han crecido tras las consecuencias de la pandemia en especial sobre la capacidad de ciudades y localidades para enfrentar tales crecimientos que pueden ser causantes de tensiones en la infraestructura de los servicios diversos en las localidades que los reciben.

 Por ejemplo, Ámsterdam tuvo 18 millones de visitantes 2019 con una población local de apenas un millón de personas.

El turismo excesivo allí causó hasta ahora el aumento de los precios de las propiedades inmobiliarias debido en parte a los alquileres a corto plazo, el hacinamiento en las calles e incluso violaciones de leyes sobre drogas.

Barcelona también ha estado en una lucha en los últimos años para gestionar el número de turistas cada vez más numerosos en sus calles.

La ciudad tuvo más de 30 millones de visitantes antes de la pandemia.  De esa manera los turistas que arriban ejercieron una severa presión sobre los 1,6 millones de habitantes de la ciudad y sobre los servicios citadinos de todo tipo.

A esos problemas se unen a partir de ahora los temores a estallidos repentinos de situaciones de epidemias con propagaciones fuera de control por el mundo.

FM

Ferromar

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