Será un festival distinto, que asumirá la complejidad del mo­mento, pero que defenderá sus esencias. En tiempos de crisis, el arte ofrece luz. Y la danza (en un país con tanta danza) tie­ne mucho que aportar. Cuando el próximo 20 de octubre abran las cortinas del XXVII Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso se habrá concretado un gran empeño: el regreso, después de la pausa im­puesta por la pandemia, de una de las más antiguas e integrado­ras citas de la cultura cubana.

El festival de Alicia. El de tantos artistas de aquí y de to­das partes. El festival del pú­blico. Gracias a este encuentro los cubanos han sido testigos de muchos de los hitos de la danza universal en el siglo XX y lo que va del XXI: las más importantes compañías, las estrellas interna­cionales, los principales coreó­grafos del momento.

Y en esta edición, más exten­dida pues ocupará casi un mes, habrá también estrenos mundia­les de creadores de primer nivel. Recientemente la coreógrafa es­tadounidense Jessica Lang (figu­ra relevante del American Ballet Theatre y otras compañías) con­cluyó el montaje en La Habana de su propuesta: Joyful We, una pieza para 24 bailarines sobre un concierto de piano de Mozart, que será interpretada por el Ballet Nacional de Cuba (BNC).

La emblemática agrupación cubana será como es tradición la anfitriona del encuentro. Una de las más atractivas propuestas será la temporada de Giselle, quizás la principal carta de presentación del ballet cubano en muchos es­cenarios, gracias a la aclamada versión de Alicia Alonso. La par­ticularidad es que el BNC acogerá a primeras figuras de varias com­pañías europeas.

En la inauguración de la cita, el 20 de octubre, se escenificará una de las más recientes propuestas del Ballet Nacional de Cuba: Séptima Sinfonía, de Uwe Scholz, Premio Villanueva de la Crítica. Foto: Yuris Nórido

Agrupaciones cubanas han sido invitadas a las galas que ten­drán como sede al Teatro Nacio­nal de Cuba: Acosta Danza, Mi Compañía, Malpaso… La baila­rina cubana Catherine Zuazná­bar se reencontrará con el público habanero, después de una inten­sa carrera en Europa, con la es­cenificación de Sacre, de Sandra Rami. Están concebidas funciones en otras ciudades del país (Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos), en un programa que se dará a co­nocer próximamente.

El comité organizador, pre­sidido por la primera bailarina Viengsay Valdés, directora del BNC, quiere reafirmar con esta edición la apuesta de la compa­ñía: la integración armónica de estéticas: tradición y contem­poraneidad en un cuerpo coreo­gráfico que dialogue con las más actuales tendencias de la danza universal.

Defender la celebración de un festival con más de seis décadas de existencia, pese a los inmen­sos obstáculos del momento, es una declaración de principios: el ballet cubano sigue trazando ca­minos, consciente de la historia y desafiado por el futuro. (Tomado de Trabajadores)

Ferromar

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