Foto: TTC.

Más de dos mil objetos cotidianos nos rodean cada día desde que nos levantamos, según se afirma. Y todo eso está diseñado.

La sorprendente cita la trae a modo de ejemplo una experta cubana, Gisela Herrero García, jefa de la Oficina Nacional de Diseño de Cuba (ONDI) y presidenta de la Bienal de esa disciplina, para ilustrar «lo abarcador que puede ser el diseño en la vida de las sociedades».

El encuentro de TTC con esta profesional capaz, se produce en el marco de la III Bienal de la disciplina, inaugurada el pasado día 24 de mayo, y que ha traído a La Habana a colegas de casi una decena de países, sin contar los conferencistas que, a partir de la semana que viene, darán continuidad a la parte teórica del evento de modo online debido a que, por un motivo u otro, les ha sido imposible estar presentes.

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«Las personas están renovando ahora sus trabajos con el retorno a la normalidad relativa (después de lo más duro de la pandemia) y se tienen que recuperar del tiempo perdido: producir, generar», explica la Jefa de la ONDI.

«Muchos son académicos que no pueden apartarse de las aulas…. Pero estamos animados, y creo que esta ha sido una Bienal de resistencia, que ha tenido que resistir de manera muy fuerte los embates que han dejado la Covid-19, y la crisis global».

«A pesar de todo, hay Bienal, y “más allá de lo posible”», agregó Herrero en alusión al lema que preside al evento, y que expresa esa decisión de realizarlo no obstante haberlo precedido esos tres años durante los cuales las complejidades en el mercado de materias primas han hecho también difícil, la labor de los diseñadores.

Exposiciones y charlas se suman al programa, que ha tenido uno de sus principales momentos en la celebración en la Isla, el jueves 26,  del Día del diseño italiano en el mundo pues, por sexta ocasión, La Habana fue una de las cien ciudades del orbe escogidas para conmemorar la fecha.

En opinión de Gisela, la coincidencia de esa conmemoración con el desarrollo de la III Bienal «le ha agregado un valor al evento».

«Todo esto nos tiene muy ilusionados y ya nos está dejando tareas para la IV Bienal», confió a TTC.

Interrogada acerca del origen de estas jornadas, Gisela Herrero explicó que se trata de un sueño de muchos años. «No pensábamos en un megaevento, tampoco en un festival. Era una reunión que termina siendo una fiesta porque uno se encuentra e, increíblemente, cada vez se suman más países; vienen colegas de otros contextos, y uno cruza saberes con ellos.

«El vino se da cuando la uva ha madurado; si no, es vinagre, repetía mi abuela. Y con la Bienal ocurrió así: maduró».

En su opinión, la materialización de la Bienal ha tenido mucho que ver con la madurez de la profesión. «En Cuba siempre hubo diseño, y  buen diseño, como siempre me gusta poner en valor», reconoce.

Pero también valora la importancia de que exista una organización del Estado (la ONDI) que se encargue de conducir el diseño para que este influya más en la economía, la sociedad, la vida, «porque el diseño está en todas partes», sostiene. «Por eso a veces no se le tiene en cuenta, porque como es tan obvio, termina siendo desconocido».

Además, sopesa «la madurez de la Universidad que nos formó a tantos; que fabricó los primeros diseñadores académicos con una mirada más profunda, con pensamientos muy “aterrizados” en la economía y las demandas de la sociedad…»

A esas conjunciones, Herrera suma la voluntad política, y «la preclaridad de Fidel (Castro)», que condujo a que ya en los años de 1980 se entendiera que el diseño es una herramienta estratégica de desarrollo, se le abrazara como actividad profesional y se le impulsara «al punto que se crea la ONDI el 9 de julio de 1980».

«Justo enseguida se crea la universidad de Diseño, el ISDI (Instituto Superior de Diseño), en 1984. Así que fueron todas esas alineaciones».

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—Se ha hablado mucho de la relación entre el diseño y la economía.  ¿En qué se basa?

—Como te decía, el diseño es una herramienta de desarrollo. Sobre todo, hay que desmontar la falacia de que el diseño está reñido con el poder adquisitivo de las personas, eso hace mucho daño para la comprensión y el curso que necesita el diseño en Cuba, un país que tiene que desarrollarse “exacto”, que no puede darse el lujo de ir por la naturalidad en materia de ruta crítica.

«El diseño es un dinamizador de costos, es una actividad profesional que, valiéndose de la prospectiva como zona de conocimiento del diseñador, es capaz de anticiparse a una problemática y pensar en el hoy una situación, y en su solución para el plazo mediato o mediano.

«Y eso basta para poder tomar decisiones. Es una herramienta de toma de decisiones importantísima que, en los tableros de decisiones de los gobiernos y de los Estados, tiene un papel que cumplir».

—¿Cuánto puede influir el ejercicio del diseño en conseguir las ciudades sostenibles de que tanto se está hablando ahora?

—A mí no me gusta atribuirle el carácter de «mago» al diseño. El diseño es una actividad profesional que se hace a sí misma junto a tantas disciplinas del conocimiento desde la transversalidad, desde la interdisciplinariedad —palabra que en el diseño tiene una expresión absoluta—, y tiene mucho que hacer por las ciudades porque, al final, el diseño y el diseñador y la diseñadora somos solucionadores de problemas; de complejidades de corte económico, sociales, políticas.

«Cuba, por ejemplo, tiene una exposición a la guerra mediática más que conocida. Eso se puede vencer, entre otras cosas, pero con un nivel de impacto, con un diseño inteligente, con mensajes propositivos, inteligentes, proactivos. El diseño tiene una condición de proactividad per sé.

«Y bastan esas cosas para entender que el diseño tiene un rol que cumplir; ni por encima ni por debajo de otras, sino junto a todas las disciplinas del conocimiento que impactan hoy en el desarrollo económico, en la cultura. Tiene una expresión meridiana en la prosperidad y sostenibilidad de Cuba.

«E impacta, incluso, en las relaciones interculturales. Tenemos que mirarnos nosotros y la región del Caribe, que estamos tan cercanos; mirarnos un poquito más los unos a los otros, porque tenemos muchas cosas que hacer si nos aliamos.

«Nosotros pudiéramos estar pensando en pull, en congregaciones a nivel de países, ni siquiera solo con equipos locales porque, además, tenemos las mismas problemáticas, compartimos los mismos paradigmas; tenemos las mismas influencias; con nuestras atipicidades, por supuesto, porque hay que pensar también en un diseño hecho en Cuba cada vez más autóctono, más parecido a su contexto, porque es transformador».

Estas y otras reflexiones subyacen en la trascendencia de la III Bienal de Diseño de La Habana, que tendrá su clausura el  próximo 19 de junio.

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Dolcini: «Una actividad cultural»  

David Dolcini fue el escogido para fungir como embajador de su país, Italia, con vista a la celebración en Cuba del Día del diseño italiano en el mundo.

Esta ha sido su primera vez en la Isla. Por eso se le nota el deseo de conocerla lo mejor posible y, desde el primer día, tenía en carpeta «varios sitios que quiero visitar», luego de su atento seguimiento a las conferencias impartidas en el programa teórico del evento, salpicadas por sus comentarios y preguntas.

En Italia es un «proyectista» (diseñador) que habitualmente trabaja el diseño «360 grados», dice, «con una metodología que me permite abarcar un poco la calidad dentro de lo que haces, siendo muy crítico», explica a TTC durante un breve intercambio.

—¿Qué importancia le concede al diseño?

—El diseño es una actividad cultural, y como todas las actividades culturales, bien pensada y bien actuada, puede generar intervenciones a nivel social y eso significa mejoras, avances en la sociedad.

«… Como la música. La música en Cuba, seguramente, es fundamental, no solo por diversión: es una expresión cultural. Lo mismo ocurre con el diseño, el arte, la gráfica y la arquitectura. Sería un error descuidar alguna de ellas».

Ferromar

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