Arte teatral urbano en La Habana. Foto: Unsplash

La Habana es una ciudad de mar, y añosa. Ambas cosas le dan su encanto y a la vez la amenazan, porque la belleza de ambas es capaz de corroer sus muros con avidez que daña, por ejemplo, los grafittis que algún artista callejero pueda dejar en sus muros. Por eso en más de una ocasión, cuando de arte urbano habanero se ha hablado, se menciona lo efímero de sus murales. A pesar de ello, hay que decir también que no por fugaces los grafittis que han adornado a la capital cubana dejan de ser interesantes y únicos, ni son la única manifestación de arte de ciudad que lucen sus calles.

Para el arte del spray hay varios exponentes de obligada mención. El callejón de Hammel es uno, lleno de asombrosos murales que remiten a la cultura afrocubana, con colores estridentes, nació del ingenio del artista Salvador González Escalona, quien acudió a pintar un mural por el año 1990. Esto derivó en un proyecto cultural comunitario que vino a resultar un centro de cultura afrocubana donde se fusionan pintura, escultura, poesía, creencias yorubas… La mayoría de los trabajos artísticos, son realizados con materiales reciclados.

Otro referente necesario es Maisel López, quien ha salpicado los diferentes municipios habaneros con sus «colosos», enormes murales de niños con expresiones relajadas retratadas en blanco y negro.

Pero a la par de las artes plásticas en paredes y muros antiguos, La Habana suena también al ritmo de la música de la calle. Sobre todo en su casco histórico, es común que entre una cuadra y otra se entremezclen las melodías de un bolero y un son, o una buena guaracha armada en cualquier esquina por músicos entrenados o aficionados.

Es común escuchar buena música en cualquier calle del casco histórico habanero. Foto: Unsplash

También han tomado fuerza en los últimos años al menos dos tipos de arte teatral que no es extraño hallar en las calles más antiguas del centro histórico habanero: los zancos y las estatuas vivientes. Los primeros, cultivados por el grupo Giganterías, que suele desfilar sus danzas de zancos que sorprenden al caminante y llenan de color el recorrido.

Las estatuas, de la mano de varios artistas independientes y de grupos como Proyecto Viviente, que desde el 2018 crea e interpreta variados personajes con performances donde superponen la poética del clown con la técnica de estatuismo. 

Ya sea en muros llenos de color, danzas sobre más de dos metros de altura o estatuas que reviven personalidades de la historia y la fantasía, La Habana es una urbe artística, donde cualquier asombro de creación puede estar esperando tras una esquina.

(Con información de Tribuna de La Habana y La izquierda diario)

Ferromar

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