Los Motivos Cubanacan en Soroa: un día entre nubes y tradiciones
Una colaboración de Yoanna Cervera/ Fotos: Abel Rojas Barallobre
Casi tocamos las nubes. El arcoíris de Cuba nos recibe, estamos en Soroa, en la provincia de Artemisa. Es muy próximo a La Habana, escenario donde cada rincón desbordaba los colores de su gente, sus tradiciones y sus paisajes.
Comenzamos en el proyecto comunitario ‘La Montaña y Yo’, un espacio en la comunidad de Carambola.
Omaira Scott Alfaro, gestora del patio cultural, habla con orgullo de los 17 años de trabajo en esta tierra marcada por tradiciones afrocubanas, historias de cimarrones y raíces mambisas. «Aquí ofrecemos café y pan de boniato con miel», dice mientras sirve, «pero también la historia de un pueblo que quiere ser escuchado».
A su lado, Rubén Montano, director general del Hotel Horizonte Soroa, explica cómo esta instalación ha sido apoyo fundamental durante once años, no como benefactor sino como compañero de ruta. «El Horizonte es más que un alojamiento», aclara, «es parte del ecosistema que hace posible este intercambio», significó a los visitantes. «No somos un hotel, somos puerta de entrada a Soroa», explicaba mostrando cómo cada detalle – desde la arquitectura que dialoga con el paisaje hasta su equipo de profesionales – está pensado para crear experiencias auténticas. Allí no faltó el famoso Daiquirí y la buena música cubana.
La siguiente parada es la casa-taller del alfarero Rey, peruano de origen pero cubano por adopción, quien llegó hace 13 años con poco más que sus manos. Hoy su taller es un museo vivo donde crea piezas que van desde pequeñas vasijas hasta un curioso OVNI de cerámica, testimonio de su humor y creatividad. «El barro guarda memoria», reflexiona mientras modela una pieza.
En este rincón creativo, las manos del artesano transforman el barro en memoria viva. «Cada pieza guarda un pedazo de nuestra identidad», comentaba mientras moldeaba una vasija con técnicas heredadas.
En la Finca Agroecológica La Excelencia, las plantas se explican tanto como se cultivan. Los visitantes aprenden a reconocer hierbas medicinales, participan en la cosecha y terminan con una degustación de frutas recién recolectadas. «Seis horas aquí pasan sin sentirse», comenta un miembro del grupo mientras prueba un jugo de guayaba.
El contraste llega con el Castillo en las Nubes, donde la elegancia de otra época se mezcla con vistas que justifican su nombre. Es este un encantador rincón colonial rodeado de exuberante vegetación y vistas panorámicas. Con su arquitectura peculiar y jardines llenos de orquídeas, logra transportar a un cuento de hadas. Ideal para amantes de la naturaleza, la fotografía y la tranquilidad,
Es visible el deleite de los visitantes a cada paso, pero entre ellos alguien destaca con su energía y entusiasmo. Es Virginia Reynoso Fuentes, la guía profesional de turismo en Medellín, Colombia. A sus 60 años, con una vitalidad que desafía el tiempo, comparte su historia de amor con Cuba: «Vine por primera vez en los 80, cuando estudiaba Turismo. Fidel habló durante horas y algo en mí cambió». Hoy, como profesional con décadas de experiencia, sigue organizando viajes a la isla. «Amo mostrar esta Cuba real, la que late tras los hoteles y resorts», confesó mientras bailaba al ritmo de la música cubana.
Hoy, tras décadas de organizar viajes a la isla, su conexión sigue viva. «En Viñales lloré con la cultura del tabaco», confiesa, «y aquí en Soroa siento que Cuba me muestra sus secretos mejor guardados». Su manera de escuchar a Omaira, de tocar las vasijas de Rey con respeto, revela una relación que va más allá del turismo profesional.
El Hotel Horizontes Soroa y el Castillo en las Nubes representan dos caras de una misma moneda: turismo con raíces, donde la excelencia no está reñida con la autenticidad. Virginia lo resumió mejor que nadie: «Estos lugares no son destinos, son experiencias que se quedan tatuadas en el alma».
El regreso a La Habana tiene un propósito especial: llegar a tiempo para el cañonazo. Mientras el sol se oculta, el grupo se une a la tradición que cada noche, desde el siglo XVIII, marca las nueve en punto. El estruendo del cañón resuena sobre la bahía, cerrando con broche de oro un día de descubrimientos.
Esta iniciativa que por varias jornadas desarrolla el reconocido grupo hotelero en sus «Motivos Cubanacán», sigue demostrando que el verdadero lujo está en las conexiones humanas y en esos rincones donde la esencia de Cuba se muestra sin filtros.
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