Especial TTC: No hay turismo sin naturaleza
Por: José Luis Perelló
Las islas representan poco más del 5 % del territorio terrestre emergido, pero albergan un tercio de todas las especies de plantas del mundo; es decir, son un tesoro de biodiversidad y riqueza botánica que alberga el 31 % de todas las plantas de la Tierra.
Es ampliamente conocido que el cambio climático plantea una amenaza adicional. El aumento del nivel del mar y la mayor frecuencia de eventos climáticos extremos que son potencialmente devastadores para las islas bajas, con su flora y fauna únicas requieren esfuerzos adicionales de conservación. Las grandes distancias geográficas, así como climas y entornos que difieren de otros archipiélagos o regiones continentales, conducen a una alta tasa de evolución de nuevas especies.
En su mayoría se trata de grandes islas tropicales con topografía compleja y una larga historia de aislamiento y dependencia de países continentales.
Las playas, los arrecifes de coral, las selvas húmedas y los volcanes dormidos no son sólo atractivos para el visitante: son la base sobre la que se construye todo el modelo económico y social de buena parte de estas islas que son paraísos para el turismo internacional. Perderlos, degradarlos o explotarlos sin control sería un suicidio turístico y una traición a las generaciones futuras.
Las islas del Caribe están inmersas en muchos de los desafíos ecológicos más graves del planeta: el aumento del nivel del mar, el blanqueamiento de los corales, la pérdida de biodiversidad, la presión urbanística, los fenómenos meteorológicos extremos. Todo esto se multiplica cuando se combina con una dependencia casi absoluta del turismo internacional, una industria intensiva en consumo de agua, energía y recursos costeros.
Actualmente el Caribe se consolida como un destino estratégico en la agenda del turismo global, según el reciente informe de ForwardKeys y CHTA, presentado en el “Caribbean Travel Forum 2025” en Antigua y Barbuda, en que la región no solo mantiene niveles estables de demanda para el verano 2025, sino que también revela señales claras de transformación en el perfil y comportamiento del viajero.
Según el informe “Caribbean Travel Trends 2025”, el volumen de búsquedas de vuelos hacia el Caribe para el tercer trimestre (julio a septiembre) se mantiene alineado con el mismo período de 2024. La demanda desde América Latina muestra un crecimiento sostenido, y Canadá destaca con un alza del 22 % en intención de viaje.
Según expresó el presidente de CHTA, Sanovnik Destang en el Fórum: “El interés por el Caribe es fuerte y creciente, pero para capitalizarlo verdaderamente necesitamos pensar como región, mejorar la conectividad aérea y generar experiencias memorables que beneficien tanto a las comunidades como a los negocios”.
“Queremos crear no solo un turismo sostenible, sino un turismo regenerativo, que tenga una importancia estratégica, no solo para atraer nuevos negocios de personas que se preocupan por el turismo sostenible, sino también para asegurarnos de que dejemos el Caribe mejor de lo que lo encontramos, tanto para los locales como para los visitantes”, concluyó Destang.
Para el turismo empresarial y profesional, este contexto es clave. Las cifras demuestran que el Caribe no solo sigue siendo deseado, sino que tiene espacio para crecer con inteligencia. La estrategia está en adaptarse al nuevo viajero: más exigente, más consciente de su gasto, y más interesado en experiencias integradas.
No basta con paneles solares en los hoteles o eliminación de los plásticos en los bares de playa. La sostenibilidad exige una transformación integral: desde el transporte aéreo y marítimo hasta la gestión de residuos, pasando por la educación ambiental local, la protección legal del territorio y la participación real de las comunidades.
Antigua y Barbuda, anfitriona del foro, presentó su nuevo plan de gestión costera, que incluye límites al desarrollo hotelero en zonas frágiles y un fondo verde financiado con impuestos turísticos.
Otra de las iniciativas presentadas ha sido el llamado a una “legislación ambiental regional armonizada”; porque mientras unas islas avanzan, otras corren el riesgo de convertirse en “refugios para inversores sin escrúpulos” si no se unifican criterios mínimos de sostenibilidad. No se puede predicar el ecoturismo en una isla mientras en la vecina se urbaniza sin control una zona de manglares. El turismo del futuro será consciente y comparativo pues el visitante quiere saber si su viaje deja una huella o un impacto positivo.
Lo acontecido en el “Caribbean Travel Forum2025” en Antigua y Barbuda, es mucho más que un foro turístico. Es un llamado urgente a defender la esencia misma del Caribe. Porque no hay turismo sin entorno. Porque no hay economía sin ecosistema. Porque no hay futuro sin naturaleza.
Las islas del Caribe no pueden permitirse mirar hacia otro lado. No están ante una elección, sino ante una obligación: sostenibilidad. Ese es el único rumbo posible para que este paraíso siga siéndolo en los años por venir.
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