Especial TTC: La Orinoquía, ecoturismo para vivir la naturaleza en estado puro

Por: José Luis Perelló

El gran Orinoco recorre 2.250 kilómetros mientras se nutre de una red de 11 afluentes, en la zona norteña de Suramérica. A su paso por Colombia, da nombre a una región que es un verdadero paraíso de biodiversidad: la Orinoquia.

La sabana es el paisaje que predomina en esta área, aunque no es el único. En esta región, que comparten Venezuela y Colombia, ocurre algo muy singular: confluyen tres grandes estructuras naturales: la cordillera de los Andes, los extensos llanos aluviales y la influencia del antiguo Escudo Guayanés; lo que da origen a una combinación única de suelos, formas de vida y ecosistemas. Este encuentro de “mundos” tan distintos convierte a la Orinoquia en un territorio excepcional. Allí se encuentran desde páramos y bosques andinos hasta piedemonte, sabanas de altillanura, sabanas inundables y selvas de transición hacia la Amazonia.

Hay una manera simple de entender la importancia de lo que eso significa: la Orinoquía es como un gran puente natural que conecta los Andes con la Amazonía, permitiendo que el agua fluya, que las especies se desplacen y que los ecosistemas se comuniquen entre sí. Esta conectividad no solo es vital para la biodiversidad, sino también para sus poblaciones: de allí viene buena parte del agua que se consume y se almacenan significativas cantidades de carbono en sus suelos y se producen alimentos clave como arroz, carne, cacao y marañón.

Históricamente, ha existido la tendencia de pensar, planificar y desarrollar a la Orinoquía sin valorar toda la diversidad y riqueza que la caracterizan, con visiones fragmentadas, incluso opuestas. Algunos la consideran una de las últimas áreas silvestres o “regiones vírgenes” del planeta, mientras que otros la ven como la última frontera agrícola, con más de 11 millones de hectáreas de suelos agropecuarios y con el potencial de servir como fuente de alimento no solo para Colombia, sino para el mundo, según explica Sofía Rincón, coordinadora de la región Orinoquía en WWF Colombia.

La Orinoquía, con un área cercana a los 347.607 km2, que representan el 30,43 % de Colombia en su área continental cuenta con gran biodiversidad. La región corresponde a la cuenca del río Orinoco en Colombia, la cual comprende un 37 % de esta, donde se encuentran los departamentos de Meta, Casanare, Vichada y Arauca, y de manera parcial Boyacá, Cundinamarca, Norte de Santander, Santander y Huila, con un total de 178 municipios.

En la Orinoquía colombiana se han registrado 5.411 especies de plantas y alrededor de 3.000 especies de animales, entre ellos 663 especies de peces y 254 mamíferos, que requieren protección, como la danta y el jaguar.

Allí vive una extraordinaria diversidad biológica, por lo que es un sitio estratégico para la supervivencia de la comunidad de vaqueros y de todo el planeta.

Esta región representa uno de los territorios más importantes gracias a sus reservas de gas natural y petróleo. Pero también por sus importantes atractivos turísticos. Y es que la Orinoquía ofrece experiencias únicas para los amantes del ecoturismo, con gran variedad de paisajes naturales y expresiones culturales.

Todas las actividades que pueden realizarse en esta zona colombiana están signadas por la preservación de los recursos naturales y de los ecosistemas. Sobre todo, las experiencias de turismo en sus áreas y parques naturales protegidos.

En el área natural de Sierras de la Macarena se puede realizar la observación de aves en el río Caño Cristales, considerado como uno de los más hermosos del mundo por la particular tonalidad que adquieren sus aguas. Los márgenes de este río conforman una especie de santuario en el que viven 450 especies de aves.

Otra experiencia sugerida se traslada al Parque Nacional Natural Serranía del Chiribiquete para conocer los entornos de sabana y selva amazónica en los Cerros Mavicure. Allí, además se puede tener contacto con comunidades aborígenes para compartir su sabiduría ancestral.

Por otra parte, en la Orinoquía los ríos son los anfitriones de los aventureros. Ofrecen experiencias llenas de adrenalina con caídas como las impresionantes cascadas del raudal de Jirijirimo o las del Parque Nacional Natural Amacayacú. También rápidos y pozos ideales para nadar en medio del bosque o disfrutar en lancha o kayak, como el río La Miel.

Por estas tierras se encuentra el jaguar, el depredador y regulador del equilibrio de las especies de la región. Este animal actualmente se encuentra catalogado en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Entre las múltiples formas de vida que alberga la Orinoquía es posible encontrar gran variedad de especies animales como osos hormigueros, tapires, anacondas, yacarés, monos aulladores o venados, entre otras.

En el Parque Nacional Natural El Tuparro, territorio que se encuentra libre de la presencia del hombre, los visitantes solo podrán ingresar con un permiso previo para luego maravillarse con tigres mariposa, dantas, nutrias, zainos o delfines rosados. Otra de las opciones para visitar es Puerto Carreño, donde un guía acompaña a los viajeros a conocer los delfines de río haciendo avistamientos respetuosos para garantizar la protección de esta especie emblemática y en peligro de extinción.

La Orinoquia es un espacio virgen de naturaleza, donde vivir una experiencia inmersiva y desarrollar un espacio único para los motivados por el ecoturismo y amantes del respeto por la biodiversidad y la sostenibilidad. Sin embargo, la especialista de WWF Colombia señala: “No podemos replicar al pie de la letra modelos implementados en contextos diferentes al de la Orinoquía para forjar su modelo de desarrollo; por el contrario, es fundamental tener en cuenta las particularidades, las necesidades y la visión de sus habitantes. En ese sentido, una de las principales lecciones es que no hay sostenibilidad sin participación efectiva de las comunidades locales. Modelos impuestos desde afuera, sin comprender el valor ecológico, cultural y social del territorio, han fracasado en generar bienestar y conservación a largo plazo”.

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