Especial TTC: El “Atlas Latinoamericano del Patrimonio”

Por: José Luis Perelló
Recientemente la UNESCO presentó en París un documento de gran trascendencia: el “Atlas Latinoamericano del Patrimonio”, que constituye un esfuerzo colectivo de intelectuales y académicos latinoamericanos por reconocer, mapear y valorizar los diversos patrimonios culturales. Tiene como objetivo definir, sistematizar, visibilizar y reivindicar la multiplicidad de patrimonios culturales, históricos, industriales, materiales e inmateriales que conforman la riqueza cultural de América Latina. Bajo una óptica regional, crítica, plural e integradora, el atlas trasciende los marcos tradicionales del patrimonio para incorporar memorias históricas diversas y muchas veces omitidas.
Bajo esta óptica, se considera como patrimonio a la herencia trasmitida a través de distintas generaciones, ya sea de tipo religioso, militar, artístico, histórico, entre otros, así como de tipo material o inmaterial. Es patrimonial todo aquello que es reconocido, como tal, por un grupo humano o comunidad, que establece lazos y rasgos identitarios con usos y prácticas heredados a través de los siglos.

Pero no solo es patrimonial aquello heredado, sino todo lo que determinada colectividad produzca o practique con un significado estético, ético-social, o de ambas índoles. En este sentido, todo lo patrimonial es también cultural, pues proviene de aquello que la comunidad “cultiva” y desarrolla, y que puede de igual forma ser común a la mayoría o a todos los seres humanos. Entonces, es posible afirmar que patrimonio cultural es toda aquella expresión o práctica fruto de la creatividad e inherente a un grupo social, una comunidad, una nación o región que decide reconocer y trasmitir esta herencia como propia y digna de ser internacionalizada.
El “Atlas Latinoamericano del Patrimonio” no es sólo un inventario de bienes culturales: es, como plantean sus editores, “una declaración poética y política” desde el Sur; un tejido colectivo de memorias, territorios y futuros posibles, que afirma el patrimonio como derecho, dignidad y horizonte de justicia, multiplicando saberes y sembrando memoria frente al olvido, señalan sus editores Yoselin Rodríguez y Rodrigo Christofoletti.

Uno de los aportes relevantes al atlas es el capítulo de María Esperanza Rock, investigadora del Institut für Soziale Bewegungen de la Ruhr-Universität de Bochum, Alemania; en el que aborda los conceptos de colonialidad y decolonialidad. Estas perspectivas son abordadas como clave interpretativa y se instalan como parte esencial del acervo epistemológico latinoamericano, incorporando memorias subalternas y saberes críticos que cuestionan estructuras eurocéntricas tradicionales.
Esta reflexión propone una reconsideración profunda de lo que entendemos por “patrimonio”: no como objetos neutros, sino como espacios de memoria, conflicto, identidad, transformación social y poder. Su contribución ofrece un marco teórico y metodológico de gran valor para repensar criterios de “patrimonialización” desde perspectivas más justas, inclusivas y sensibles a la historia colonial, las desigualdades y las identidades subalternas.

En la región de América Latina y el Caribe están inscritos 154 sitios del Patrimonio Mundial y 106 elementos de patrimonio vivo aparecen en las Listas de Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. Las últimas incorporaciones al finalizar este 2025 incluyen diez expresiones latinoamericanas reconocidas como Patrimonio Cultural Inmaterial: la práctica del Son Cubano; la Cofradía de las Flores y las Palmas de Panchimalco de El Salvador; el Joropo de Venezuela; el «cuarteto» de la ciudad argentina de Córdoba; la Sarawja de Moquegua en Perú; la Fiesta de la Virgen de Guadalupe de Sucre; la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa, México; el Circo de Tradición Familiar de Chile y el Bram y Sambai Navideños en la aldea de Gales Point Manatee en Belice.
La publicación del “Atlas Latinoamericano del Patrimonio” representa un esfuerzo para interconectar miradas y visiones sobre el patrimonio y acercarse a un corpus latinoamericano. Por ello, el atlas no se limita al patrimonio monumental clásico, sino que amplía su mirada para incluir patrimonio industrial, patrimonio paleontológico y colonialismo, patrimonio arqueológico, lugares y sitios, patrimonio biocultural subacuático, paisajes urbanos patrimoniales, memoria urbana y resistencia, patrimonio industrial, entre otras miradas. Al hacerlo, reconoce formas de historia y memoria que durante mucho tiempo han sido descartadas o invisibilizadas.

El valor del Atlas no se detiene ahí: en un contexto latinoamericano caracterizado por retos como la urbanización acelerada, la desigualdad, la pérdida de memoria histórica y la fragilidad de las tradiciones culturales, el documento de 355 páginas de la UNESCO se convierte en una herramienta estratégica, al ofrecer un marco analítico compartido que puede orientar políticas públicas, planes de conservación, proyectos comunitarios y estrategias de desarrollo cultural inclusivo.
Al ser desarrollado por la UNESCO, el atlas puede servir como referente para futuras nominaciones patrimoniales, ampliando la diversidad geográfica, histórica y cultural de la lista oficial. Esto abre la puerta para reivindicar lugares y expresiones que tradicionalmente quedaron excluidos de los patrimonios reconocidos.

Finalmente, al proponer una mirada decolonial, el Atlas impulsa una ética patrimonial crítica y democrática. Cuestiona las jerarquías tradicionales de valor y promueve una gestión del patrimonio fundada en el reconocimiento de la pluralidad de voces, memorias e identidades.

Con su publicación, el “Atlas Latinoamericano del Patrimonio” marca un paso decisivo hacia una redefinición del patrimonio en América Latina; ya no como meros restos del pasado, sino como memoria viva, compleja, diversa y transformadora. Por eso se considera una herramienta para investigadores, gestores culturales, operadores del turismo cultural, autoridades gubernamentales, organizaciones comunitarias y toda la sociedad civil, para incorporarlo en sus planes de conservación, memoria, educación y desarrollo cultural.
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