El Santuario del Cobre es la morada de la Virgen de la Caridad, Patrona de todos los cubanos. Foto: Cortesía de la Oficina del Conservador de Santiago de Cuba.

En lo alto del Cerro de Maboa, a poco más de 20 kilómetros del centro de la ciudad de Santiago de Cuba, se levanta un recinto sagrado decorado en tonos ocre y blanco. Allí se encuentra la morada de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Sincretizada en Oshún en el panteón yoruba y llamada cariñosamente Cachita por los cubanos, la Virgen es venerada desde hace más de 400 años.

Fieles o no, la nombran Patrona de Cuba y por eso su celebración, el 8 de septiembre, no pasa nunca inadvertida; pues vive de tantas maneras en los cubanos que resulta extraño el día que pasa que no se es testigo de su simbólico manto protector.

Cuenta la historia que esta representación de la Madre de Jesús la encontraron a inicios del siglo XVII en la Bahía de Nipe tres obreros del Real Sitio de Minas de Santiago del Prado, hoy Villa de El Cobre, con un letrero que anunciaba: “Yo soy la Virgen de la Caridad”.

La historia cubana está bordada de maravillosas muestras de amor a su Patrona. Por siglos, la Virgen Mambisa, como también se le conoce, ha acompañado a los cubanos en las mejores y peores circunstancias. En 1801, frente a ella se leyó la cédula de libertad de los esclavos de las minas y, en 1868, Carlos Manuel de Céspedes oró y presentó sus armas. En 1898, al concluir la guerra del pueblo cubano contra la metrópolis española, el general Antolín Cebreco, por orden del general Calixto García, celebró con todo el Estado Mayor del Ejército el triunfo de Cuba con una misa solemne en su nombre.

En 1916, a petición de los veteranos de esa misma guerra, el Papa Benedicto XV la reconoció como la Patrona de Cuba. Luego, en 1936, la virgen fue canonizada, y en 1977 la iglesia fue proclamada Basílica Menor.

Durante su visita a la nación caribeña, el Papa Juan Pablo II la coronó con todos los honores en la misa ofrecida en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, el 24 de enero de 1998. En 2012, su Santidad Benedicto XVI la visitó y le concedió la distinción “Rosa de Oro”, creada por el Papa León IX en 1049 para distinguir a personalidades católicas, instituciones y símbolos de esta religión. Tres años después, el Papa Francisco acudió al Santuario del Cobre a postrarse a los pies de la Virgen «para agradecerle sus desvelos por todos sus hijos cubanos y pedirle su intercesión para que guíe los destinos de esta amada Nación por los caminos de la justicia, la paz, la libertad y la reconciliación».

Actualmente, al interior del Santuario del Cobre puede verse a cada paso las huellas de la fe. Son muchos los que llegan a diario para rezar o agradecer. La gratitud por el milagro concedido ha convertido al recinto en sitio de peregrinación de tantos cubanos y viajeros de todo el mundo. De los más diversos confines llegan personas con historias singulares y objetos disímiles para ofrecerlos a la Virgen a modo de agradecimiento: zapaticos de bebés, títulos universitarios, dijes, cadenas, medallas deportivas, trofeos, bates y pelotas de béisbol, uniformes, prendas de vestir, libros… Dicen que allí se encuentra también la medalla del Premio Nobel de Literatura que el escritor estadounidense Ernest Hemingway recibiera por su libro El viejo y el mar.

Al decir de Eusebio Leal, artífice del «milagro» de la reconstrucción de La Habana colonial: «los símbolos juegan un papel importante en la historia, son una expresión de la poesía y sin la poesía no se pueden explicar los misterios». Misticismo este que será celebrado una vez más por los cubanos dentro y fuera de Cuba este 8 de septiembre, deseando que el manto protector de la Virgen de la Caridad del Cobre se extienda sobre todos sus hijos.

Ferromar

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