Tradiciones habaneras: rituales que perpetúan el alma de la ciudad

Por Rachell Cowan Canino

Fotos: Abel Rojas Barallobre

La Habana, ciudad de columnas y cálidas personas, es un escenario vivo donde las tradiciones se entrelazan con la cotidianidad. Desde el estruendo del cañonazo hasta el murmullo de los cocteles en los bares emblemáticos, estos rituales colectivos son guardianes de una identidad que resiste al paso del tiempo.

El Cañonazo de las nueve: un eco colonial

Cada noche, a las nueve en punto, el estampido del cañón desde la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña marca un ritual heredado del siglo XVIII. Originalmente, el disparo anunciaba el cierre de las murallas de la ciudad. Hoy, es un espectáculo turístico, pero los habaneros aún lo sienten como un latido simbólico: un recordatorio de que La Habana, como el sonido del cañón, perdura y resuena.

La Ceiba del Templete entre abrazos y deseos

El 15 de noviembre, víspera del aniversario de la fundación de la ciudad, cientos de personas dan tres vueltas alrededor de la ceiba del Templete, en La Habana Vieja. La tradición, mezcla de sincretismo religioso y folklore, dicta que hay que tocar el árbol y pedir un deseo en cada vuelta. La ceremonia refleja la fusión entre historia y fe que define a la capital cubana justo en el sitio donde se asume la fundación de la otrora Villa de San Cristóbal de La Habana.

La Virgen de Regla y el cruce de la bahía: fe y tradición marinera

En el pueblo de Regla, al otro lado de la bahía, la Iglesia de Nuestra Señora de Regla custodia a la Virgen Negra, patrona de los marineros y símbolo de Yemayá en la religión yoruba. Cada 7 de septiembre, miles de devotos cruzan la bahía en la Lanchita para honrarla en una colorida procesión. El viaje en lancha, más que un simple transporte, es un ritual que une a La Habana con su historia portuaria y su espiritualidad multicultural.

Coctelería: ron, historia y cubanidad

No se puede hablar de tradiciones habaneras sin mencionar sus cocteles. El Daiquirí, el Mojito y el Cuba Libre son más que bebidas para los habaneros, y para los cubanos en general. Estos tragos se pueden degustar en emblemáticos lugares como El Floridita o La Bodeguita del Medio, y también en el Museo del Ron, lugar donde se comparte la tradición ronera del país: desde la siembra de la caña hasta las maneras únicas de destilar el ron ligero cubano. En estos cocteles recae la fama internacional de la isla como productora del mejor ron del mundo.

El Malecón: ese gran sofá con vista al mar

Añádase a esta lista el Malecón, ese «sofá largo» donde habaneros y visitantes se reúnen al atardecer para escuchar la música de algún trovador, observar a los pescadores y ser testigos de parejas enamoradas. Este paseo marítimo es tradición viva: un espacio sin horarios donde la ciudad respira y se reinventa.

Estas costumbres -el cañonazo que ordena el tiempo, la ceiba que guarda sueños, el peregrinaje a Regla que une fe y mar, los cocteles que celebran la inventiva y el Malecón que acoge a todos- son hilos del tejido cultural habanero. En una ciudad en constante transformación, son las tradiciones compartidas las que aseguran que el alma de La Habana nunca se pierda.}

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