Tumba francesa: legado, tradición y patrimonio en la región oriental de Cuba

Tumba francesa. Foto: Página oficial Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba
Por: Yoanna Cervera
Tras el saludo y la reverencia hay un toque, ese que anuncia que comienza la fiesta. Luego hay canto y baile en el salón al estilo del siglo XVIII como parte de una tradición músico danzaria que llegó al oriente de Cuba con los colonos franceses y esclavos en sus migraciones.
Llegar a los predios de las Tumbas Francesas «La Caridad de Oriente», en Santiago de Cuba, «La Pompadour» o «Santa Catalina de Riccis» en Guantánamo y La «Bejuco» en Ságua de Tánamo es reencontrarse con las raíces culturales de la Isla Antillana y revivir una época de la historia nacional devenida tradición en esta región del país y patrimonio cultural inmaterial reconocido por la UNESCO.
Los apuntes de investigadores reseñan que los esclavos, que generalmente se ocupaban en labores agrícolas vinculadas a la recolección y siembra del café, también acogieron influencias de sus amos y es así que su baile tiene esencias de los bailes de salón ingleses de los siglos XVIII y XIX y de la contradanza francesa.
Sus celebraciones iniciaron en los secaderos de café y luego se trasladaron a los cabildos o «sociedades» a los que se le denominó “tumba francesa”. Dichas sociedades imitaron el modo de la nobleza francesa de ahí que contaban con un «rey» o presidente como líder supremo, un vicepresidente y una reina o presidenta, para ocuparse de las mujeres.
El jolgorio iniciaba con el composé, y el paseo por el salón. Una vez terminado su recorrido, comenzaba el baile en pareja, el masón, único en que los visitantes podían bailar. Otra de las representaciones que se desarrollaba era el yubá o babul, el que a su vez se dividía en tres partes: mangasila, el macotá y el cobrero. Pero lo que daba por culminada la fiesta era el frenté.
En la actualidad, se mantiene la tradición fiel a su origen. Cuando suenan los tambores catá, bulá y el premier salen las parejas de baile, las mujeres vestidas muy elegantes y en la medida que aumenta el ritmo, comienzan a escucharse a las cantadoras, herederas de los cantos en francés, creole y español. Todo deviene una celebración para revivir esa simbiosis musical que aún corre en las venas de sus intérpretes y cautiva a cualquier visitante foráneo.
Y es que en las Sociedades de Tumba Francesa hay una fuente de elementos culturales del folclor cuya interacción conformó los primeros rasgos de la cultura cubana y han influido en el decursar del tiempo en otras manifestaciones artísticas. Hoy están reconocidas como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad y ostentan varios reconocimientos como el premio “Memoria Viva”. No hay dudas que en ellas está latente el rescate y conservación de bailes y cánticos que perduran como legado y tradición de la isla caribeña.
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