La ciudad de Cartagena acogió este evento musical semipresencial. Foto: Pixabay

El compositor italiano Gioachino Rossini fue el homenajeado en el Festival Internacional de Música de Cartagena que concluyó este domingo en esta ciudad y recorrió la historia de la ópera italiana en un evento semipresencial que retó la inmovilidad impuesta por la pandemia, en nombre de la buena cultura.


El certamen, que aconteció desde el 30 de junio, tomó por sede el Teatro Adolfo Mejía de la urbe colombiana y el Auditorio Getsemaní para acoger a la Orquesta Filarmónica de Bogotá, dirigida por Sebastiano Rolli, y acompañados por cantantes italianos y colombianos.

La cita dedicó clases magistrales y recitales a insignes composiciones e intérpretes de la ópera clásica, con un repertorio hermoso que describió cuatro siglos del llamado Bel Canto italiano.

Un ciclo de clases magistrales abordaron la obra de los italianos Claudio Monteverdi, Giuseppe Verdi y Giacomo Puccini, el alemán Georg Friedrich Händel y el austríaco Wolfgang Amadeus.

De acuerdo con el programa, el festival hizo un repaso por el género, comenzando con la obra L’Orfeo de Monteverdi (1607), prosiguió con Don Carlos de Verdi (1867) y concluyó con La Bohème de Puccini (1896).

La celebración aconteció en un formato reducido y semipresencial que presentó conciertos en vivo, televisados y en streaming, dedicados a resaltar momentos relevantes de la historia de la ópera.

La fundadora del festival, Julia Salvi, explicó a Efe que la realización del festival, en medio de esta pandemia, representó un enorme reto «desde los detalles operativos hasta las estrictas medidas de bioseguridad que hemos adecuado para proteger la salud de nuestro público».

«Nos tocó adaptarnos a esta nueva experiencia, que no escogimos, para mantener viva la cultura», dijo.

En estos momentos de incertidumbre y acabando de pasar el mes hasta ahora más duro de la pandemia en Colombia, Salvi aseguró que el festival es también un espacio que sirve para «llevar un poco de esperanza a nuestras vidas».

«El festival permite alimentar el espíritu porque también nuestra mente necesita alimento y no hay alimento más hermoso que la música», explicó.

(Con información de PL y EFE)

Ferromar

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