Esta ciudad representa para Cuba un aleph de culturas, cuna de transculturación. Foto: Travel Trade Caribbean

Cuando algún cubano piensa en un sitio de remanso dentro de su isla, un sitio donde conectar con el mar y la tierra virgen , siempre habrá otro que le diga de cerca, Baracoa, vete a la punta de Maisí y mira de noche las luces de Haití desde el faro baracoense. No hay otro sitio igual.

Y tal vez haya mucho de verdad en ello. Tal vez, dicen algunos, aquello de que Colón pensara que Cuba era la más bella tierra no haya sido tanta exageración si tan solo sospecháramos que alguna vez conoció y se dejó seducir por el aire suave y el agua límpida de Baracoa.

Lo que sí está probado, es que siendo el punto más oriental de Cuba, la isla más grande del Caribe, Baracoa tiene un sitial de honor además, como la primera villa fundada por los colonizadores en el Caimán dormido. El primer sitio donde un imberbe Diego Velázquez probaría su fuerza de conquistador, la primera tierra donde un obispado allende los mares del gran imperio español establecía su misión evangelística de misioneros católicos, abrazando para bien o para mal la suerte de los indígenas aplastados por la extraña fortuna de aquel verano.

El primer lugar donde una cruz clavada en tierra echó a andar el entresijo cultural, el primer sitio donde una plaza rústica ubicó una iglesia y una casa de gobernador en el centro de una plaza, imponiendo para siempre un imaginario diferente primero, y luego muy nuestro. Y ese sitial de honor Baracoa, la villa primada de Cuba, sin razones para envidiar capitales ni urbes ruidosas, lo celebra con orgullo histórico cada 15 de agosto.

Cuando se acerca la fecha para que cumpla sus 510 años, la villa de Baracoa nos recuerda por qué su lugar en la Historia no tiene paralelos.

Su nombre, de origen Arauco, significa “existencia del mar”. Es esa presencia inminente del límite de tierra la que la distingue del resto del país y le da una belleza calma, singular.

A su faro miraron los haitianos que soñaron y se lanzaron a otro puerto posible, en tiempos de esclavitud, y a su rivera miraban también desde dentro los de piel ocre, viendo llegar a los supuestos dioses desconocidos. Por esa misma línea de mar se internaron, violentos, los hombres que vinieron en nombre de los reyes católicos, y allí, en su tierna orilla, todavía, los baracoenses hallan el punto de encuentro con un sosiego necesario, en su malecón.

Destinos baracoenses, historia viva

La cruz de parra colocada por Cristóbal Colón es la ñunica que se preserva en América, de ahí su enorme valor patrimonial. Foto: Travel Trade Caribbean

Entre las joyas de historia que guarda esta villa cubana, cualquier poblador te mencionaría la catedral del poblado y en ella, con todo su peso de símbolo, la Santa Cruz de la Parra, una de las 29 colocadas por Cristóbal Colón en el Nuevo Mundo, y la única que se conserva hoy.

También habría que desandar el centro histórico baracoense, declarado Monumento Nacional, los fuertes Matachín y La Punta y los torreones de Joa y del Cementerio.

Tendríamos, para homenajear esta villa, que ascender al Yunque de Baracoa, una montaña aplanada de 575 m de altitud desde cuya altura han soñado hombre y mujeres durante siglos; remontar los ríos Miel, Duaba, Yumurí y Toa en una cayuca (embarcación típica de la zona); bañarse en las playas Maguana, Saratoga o Duaba; conocer la finca productora de cacao existente en ese último sitio y el Zoológico de Piedra de Lomo Boquerón.

También, para conocer cabalmente esta región se impone caminar por áreas del Parque Nacional Alejandro de Humboldt (dentro de la Reserva de la Biosfera de Cuchillas del Toa), donde las aves canoras más representativas de Cuba hallan su nido, y moverse hacia el este, en dirección a la Punta de Maisí, para cruzar el Paso de los Alemanes, admirar el abra del río Yumurí, las bahías de Boma y de Mata, y disfrutar del paisaje desde lo alto de las terrazas del municipio La Máquina.

Habría también que probar la textura, el sabor y el aroma propios de Baracoa, que la gastronomía local ha conservado con sus platillos elaborados con a base de coco, chocolate, plátano, piña y miel, tan lejanos de esa comida local de factura que repleta las ofertas turísticas comunes. Recetas como el Cucurucho, los Bacanes, las Frituras de Tetí y el Calalú invitan a saborearlas, una y otra vez, y a descubrir en ellas el paso de tantas culturas que dejaron su huella temporal.

Planeando un recorrido así vale la pena arribar al aniversario 510, el próximo 15 de agosto, de esta ciudad historia

(Con información de Baracoa.com, Buen Viaje a Cuba, Ecured)

Ferromar

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